A la mañana cuando apareces
y la tarde cuando te escondes,
me acuerdo de ti, Febo,
Nunca me olvido de las canciones
de tu lira, ni el arco de tu flecha dorada
que entró en mi corazón.
También recuerdo de ti, Febo, los laureles
que rodean tu cabeza, laureles brillantes como
el mismo sol, laureles bellísimos como ti, Febo ¡Como
ti mi amado Febo!
Recuerdo esa mañana, en que me
iluminaste de besos, recuerdo que produjiste
fuego en las colinas de Marte,
recuerdo que a lo lejos todo era muy radiante.
Terminaste de besarme y me ensañaste
a lanzar flechas, me gustaba cuando
me hablabas y me enseñabas.
El tiro fue perfecto. A una velocidad
indescriptible y palpitante, la flecha llegó
a su destino: el árbol donde nos enamoramos,
o mejor dicho el árbol donde me enamoraste.
Recuerdo que bajaste de tu carro dorado, hecho en el
Olimpo exclusivamente para vos. Te bajaste
y me conquistaste.
Febo, dios de las artes, las letras
y la música, con tus palabras me conquistaste.
Febo, Febo, Apolo, Apolo, Sol, Sol…
No importa como te digan,
no importa como te nombren,
no importa como te invoquen,
no importa como te describan,
no importa el nombre.
Siempre te recuerdo, nunca te olvido. Dios del
Olimpo, Dios de las artes.
Febo, febo…
Apolo, Apolo…
Sol, Sol…
Nunca olvides de la flor que conquistaste, o sea yo,
o sea tu princesa de la Tierra , simplemente Lila,
tu amada y querida Lila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario