viernes, 28 de enero de 2011

Aventuras hechas realidad


La imaginación en mi niñez y principio de adolescencia fue infinita. Después de recordar con el tiempo todas mis aventuras con mis amigos. Saqué la conclusión que imaginaba como Don Quijote de la Mancha. La diferencia es que no estaba loca. Ya que, entendía que los caballos que yo imaginaba que eran unicornios. Eran simplemente caballos.
Mis tardes en ese club encantado fueron maravillosas y divertidas. Con mis amigos imaginábamos muchas cosas, como por ejemplo: una tribuna que arriba tenía un salón de fiestas y que le decían el Castillo, justamente imaginamos que era un castillo; los muchos árboles que había a lo lejos, era el bosque; los caballos que corrían carreras y que estaban pastando, eran unicornios, etc.
Numerosas aventuras inventábamos y así éramos muy felices. También nos hemos metido en cada lío. Pero siempre salíamos victoriosos.
Sin embargo, reconozco que una vez no ganamos, ya que perdimos y con mucho miedo.
Nuestra imaginación se había trasformado en realidad, nuestra mente se abrió, nuestros sentidos nos avisaron y nuestros miedos nacieron.
La tarde del 13 de octubre de 2003. Paso lo que nunca esperábamos o en realidad sí, pero nunca pensábamos que sucedería de verdad.
Mi mejor amiga, Sabrina, imaginó que en ese hueco oscuro saldría un animal peludo y con cuatro patas, y que nos perseguiría hasta la muerte. Yo le dije:
- Sabrina, no exageres tanto con el tema de la muerte. No se juega con ella.
De pronto, escuchamos un ruido. Miramos al interior de hueco haber que podría ser, pero no se veía nada. No le dimos importancia y empezamos a jugar. Cuando Sabrina dijo: “corramos que viene el monstruo”. Nuestra aventura quedó interrumpida por la realidad. Un perro negro y peludo nos perseguía toreando. Corrimos lo más fuerte que pudimos. Nunca en mi vida había corrido de esa manera. Desde la cancha de hockey hasta las de tenis hay como cinco cuadras. Esa distancia nos persiguió el perro.
El animal le mordió a uno de mis amigos en la pierna, pero no fue grave. Pudo soltarse.
A mi no me sucedió nada. No obstante, tuve mucho miedo.
Desde esa vez, nunca más imaginamos cosas. Una de la causas es que empezamos a crecer y nuestras vidas se fueron por diferentes caminos.
Fue un triste final para nuestras aventuras imaginarias. Pero por siempre voy a recordar los lindos momentos.
Nunca entendí como imaginábamos tanto. Los niños cuando juegan inventan sus historias. Pero las nuestras fueron más allá de la costumbre natural. Nuestras ideas fueron cuentos de fantasía, cuentos de hadas, etc.
Éramos Don Quijote, Rocinante, Sancho Panza y el burro “el rucio”. La diferencia es que estábamos cuerdos. Siempre éramos cuatro amigos. No voy a decir quien era quien. Ya que, sólo es pura imaginación.
Lo que me queda por decir. Es que la imaginación la tenemos todos, pero hay que tener cuidado. Algún día puede hacerse realidad.



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